Publicado el marzo 15, 2024

La seguridad de un padre polimedicado no depende de memorizar prospectos, sino de aplicar un sistema de vigilancia activa para anticipar los grandes riesgos: interacciones, cascadas de prescripción y errores de administración.

  • La estrategia más eficaz no es añadir un pastillero, sino cuestionar cada fármaco mediante la «deprescripción» junto al médico.
  • El momento de la toma no es una sugerencia: define la eficacia y seguridad de fármacos como el omeprazol o el hierro.
  • Los productos «naturales» como el hipérico o el ginkgo biloba pueden anular o potenciar peligrosamente la medicación crónica.

Recomendación: Conviértase en el gestor informado de la medicación de su familiar y en el mejor aliado de su médico y farmacéutico para garantizar un tratamiento seguro y eficaz.

Ver la mesa de la cocina de sus padres cubierta de cajas de medicamentos puede generar una profunda sensación de inquietud. Son cinco, siete, a veces más de diez pastillas diarias. Un cóctel complejo que deben gestionar solos, con los riesgos que ello implica. Como hijo, la preocupación es constante: ¿se estarán tomando todo correctamente?, ¿y si una pastilla interactúa con otra?, ¿es normal que se encuentren más cansados desde que empezaron con el nuevo tratamiento? La respuesta habitual a esta angustia suele ser comprar un pastillero y confiar en que el médico y el farmacéutico lo tengan todo bajo control.

Pero este enfoque es pasivo e insuficiente. La gestión de la polimedicación —el consumo de cinco o más fármacos— en personas mayores es una de las áreas más complejas de la atención sanitaria. Los errores, las interacciones y los efectos adversos no son una rara excepción, sino un riesgo estadísticamente probable. De hecho, en España, se estima que casi un tercio de los mayores de 65 años se encuentra en esta situación, un escenario donde los problemas pueden multiplicarse de forma silenciosa.

Este artículo no es una simple lista de consejos. Es una guía de acción que le transformará de un observador preocupado a un supervisor activo y eficaz, en el principal guardián de la seguridad farmacológica de sus padres. No se trata de suplantar al personal sanitario, sino de convertirse en su mejor aliado. Vamos a establecer un sistema de vigilancia basado en el orden y el conocimiento, que le permitirá identificar las banderas rojas que otros pueden pasar por alto: desde entender por qué un medicamento deja de funcionar si se toma con el café con leche, hasta reconocer cuándo un nuevo síntoma no es una nueva enfermedad, sino el efecto secundario de otra pastilla.

A lo largo de las siguientes secciones, desglosaremos los puntos críticos de este sistema de vigilancia. Exploraremos desde la necesidad de «deprescribir» fármacos superfluos hasta los peligros ocultos en infusiones aparentemente inofensivas. Este es el manual para recuperar el control y la tranquilidad.

Deprescripción: ¿es posible que su padre esté tomando pastillas que ya no necesita?

La primera regla de la seguridad farmacológica no es cómo tomar los medicamentos, sino preguntarse si todos los que se toman son verdaderamente necesarios. Con el tiempo, las condiciones de salud cambian, pero las prescripciones tienden a acumularse. Un medicamento que fue vital hace cinco años puede ser hoy superfluo o incluso perjudicial. Este proceso de revisar y retirar fármacos innecesarios se conoce como deprescripción y es la herramienta más poderosa para reducir riesgos. En España, donde se estima que un 27,3% de los adultos mayores de 65 años están polimedicados, esta práctica es fundamental.

La idea no es tomar decisiones por su cuenta, sino iniciar una conversación estructurada con el médico de atención primaria. Muchos fármacos, como los protectores gástricos o los ansiolíticos, a menudo se mantienen por inercia mucho después de que la causa original haya desaparecido. Su rol como familiar es facilitar esta revisión, llegando a la consulta con información ordenada y preguntas claras. Un paciente que pregunta activamente por la necesidad de cada fármaco es un paciente más seguro.

Para que esta conversación sea productiva, la preparación es clave. No basta con decir «toma muchas pastillas». Es necesario presentar un panorama completo y actualizado que permita al médico evaluar la situación global. Esto incluye no solo los medicamentos recetados, sino también los suplementos, vitaminas o preparados de herbolario que se tomen por cuenta propia. A continuación, se detalla un plan de acción para convertir la próxima visita al médico en una sesión de deprescripción efectiva.

Plan de acción para la revisión médica:

  1. Reunir el arsenal completo: Introduzca en una bolsa TODOS los medicamentos que toma su familiar. Esto incluye los recetados por diferentes especialistas, los que compra sin receta (analgésicos, vitaminas) y cualquier producto de herbolario.
  2. Crear un listado actualizado: Elabore una lista clara con el nombre de cada producto, la dosis exacta (ej. 10 mg), y el horario en que se toma. Esto permite al médico ver el mapa completo del tratamiento.
  3. Documentar molestias y efectos: Anote cualquier efecto secundario, molestia o síntoma nuevo que haya observado desde que comenzó un tratamiento (mareos, sequedad de boca, hinchazón de tobillos, somnolencia).
  4. Formular preguntas clave: Prepare preguntas respetuosas pero directas para el médico, como: «¿Podríamos revisar si todos estos medicamentos siguen siendo necesarios?», «¿Este síntoma podría ser un efecto secundario?» o «¿Existe alguna alternativa no farmacológica?».
  5. Solicitar un informe a la farmacia: Pida a su farmacéutico de confianza que revise la lista de medicamentos para detectar posibles duplicidades (dos fármacos para lo mismo con distinto nombre) o interacciones conocidas. Este informe previo es de gran valor en la consulta.

Este proceso no solo reduce el riesgo de interacciones, sino que también puede mejorar la calidad de vida de la persona mayor al eliminar efectos secundarios que se habían normalizado, como la somnolencia o la confusión.

Antes o después de comer: por qué el omeprazol o el hierro no funcionan si se toman mal

La frase «tomar con o sin comida» no es una sugerencia, sino una instrucción farmacológica crucial que determina si un medicamento funcionará, si será seguro o si, simplemente, no hará efecto. La interacción con los alimentos puede alterar drásticamente la absorción y eficacia de muchos fármacos comunes en personas mayores. Asumir que «mientras se tome la pastilla, todo va bien» es uno de los errores más frecuentes y costosos en la gestión de la polimedicación.

El ejemplo más claro es el del omeprazol. Para que este protector gástrico sea efectivo, necesita un entorno ácido en el estómago para activarse. Si se toma durante o después de comer, cuando el estómago ya está neutralizando los ácidos para la digestión, su eficacia se reduce drásticamente. Por eso la instrucción es tomarlo en ayunas, unos 30 minutos antes del desayuno. Tomarlo con el café con leche es un error muy extendido que inutiliza el tratamiento. Del mismo modo, los suplementos de hierro se absorben mucho mejor en un entorno ácido y sin la competencia de otros nutrientes. Tomarlos junto a lácteos o café puede reducir su absorción hasta en un 40%.

Coordinar la toma de medicamentos con el ritmo de comidas típico en España (desayuno temprano, comida principal a las 14-15h, cena ligera) es un pilar del sistema de vigilancia activa. Comprender el porqué de cada horario transforma una tarea rutinaria en un acto terapéutico consciente.

Mesa de cocina española con medicamentos organizados junto a los horarios típicos de comidas

Como se puede observar en esta disposición, organizar la medicación en función de los momentos clave del día (desayuno, comida, cena) ayuda a visualizar el plan y a evitar errores. La siguiente tabla, basada en recomendaciones de la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria, detalla el momento óptimo para algunos de los medicamentos más prescritos en pacientes mayores, contextualizado a las costumbres españolas.

Este conocimiento permite entender mejor las pautas, como demuestra una guía de la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria.

Horarios óptimos para medicamentos comunes en España
Medicamento Momento óptimo Razón Interacción con comidas españolas
Omeprazol 30 min antes del desayuno Necesita pH ácido para activarse Evitar café con leche inmediato
Hierro (Ferrogradumet®) En ayunas o 2h después de comer Mejor absorción sin alimentos El café con leche del desayuno reduce absorción 40%
Eutirox® (levotiroxina) 30-60 min antes del desayuno Absorción óptima en ayunas Separar del café y zumo de naranja
Adiro® (AAS) Con la comida principal (15h) Protege el estómago Ideal con la comida española del mediodía

Por tanto, el «cuándo» es tan importante como el «qué». Supervisar y adaptar estos horarios a la rutina diaria de sus padres es una de las intervenciones más sencillas y efectivas que puede realizar.

Efecto secundario o nueva enfermedad: cuando le recetan una pastilla para tapar los efectos de otra

Uno de los fenómenos más peligrosos y subestimados en la polimedicación es la «cascada de prescripción». Ocurre cuando el efecto secundario de un fármaco se interpreta erróneamente como una nueva enfermedad, lo que lleva a la prescripción de un segundo medicamento para tratar ese síntoma. En lugar de solucionar el problema original, se añade una capa más de complejidad y riesgo, creando un círculo vicioso que puede ser devastador en personas mayores.

El riesgo de sufrir un efecto adverso no es lineal, sino exponencial. La frecuencia de eventos adversos es del 6% con 2 medicamentos, 50% con 5 y casi 100% con 8 o más. Esto significa que un paciente con un cóctel de fármacos tiene una probabilidad altísima de experimentar un problema derivado de su tratamiento. Ser capaz de sospechar que un nuevo síntoma (mareo, tos seca, edema en los tobillos, confusión) puede ser un efecto adverso, y no una nueva patología, es una habilidad clave del supervisor.

Piense en ello como un trabajo de detective. Antes de aceptar un nuevo diagnóstico, la primera pregunta debería ser siempre: «¿Podría este síntoma estar causado por alguno de los medicamentos que ya está tomando?». Esta simple pregunta puede detener una cascada antes de que empiece. El siguiente caso práctico ilustra a la perfección este fenómeno.

Caso práctico: La cascada del antiinflamatorio

Un caso frecuente en las consultas de atención primaria en España es el siguiente: un paciente mayor con artrosis acude al traumatólogo, que le receta un antiinflamatorio (AINE) como Enantyum® para el dolor. Al cabo de unas semanas, el paciente empieza a sufrir acidez y molestias gástricas, un efecto secundario común de los AINE. Acude a su médico de cabecera, quien, para aliviar la acidez, le prescribe omeprazol. En este punto, la cascada ha comenzado. En lugar de reevaluar si el antiinflamatorio sigue siendo necesario o si se puede cambiar por una alternativa más segura, se ha añadido un segundo fármaco para tratar el efecto adverso del primero. El paciente acaba tomando dos medicamentos cuando, quizás, no necesitaba ninguno o podría haber gestionado el dolor con paracetamol y medidas físicas.

Su papel es ser la memoria del paciente. Llevar un registro de cuándo empezó cada medicamento y cuándo apareció cada nuevo síntoma es la mejor herramienta para presentarle al médico una cronología clara que pueda revelar una relación causa-efecto.

Me he olvidado la pastilla: ¿me tomo el doble ahora o me salto la toma?

El olvido de una dosis es, quizás, el incidente más común en la gestión de la medicación. La reacción instintiva puede ser entrar en pánico y tomar una decisión apresurada, como tomar una dosis doble para «compensar» o saltarse la toma por completo. Ambas opciones pueden ser peligrosas. La respuesta correcta no es universal; depende del tipo de fármaco y del tiempo transcurrido desde el olvido. Como farmacéutico, mi recomendación es seguir una regla de prudencia y, ante la duda, consultar.

Una regla general útil es la «regla de la mitad». Si el tiempo que ha pasado desde la hora de la toma es inferior a la mitad del intervalo hasta la siguiente dosis, generalmente es seguro tomar la pastilla olvidada. Por ejemplo, si un medicamento se toma cada 12 horas y han pasado menos de 6, se puede tomar. Sin embargo, si ha pasado más de la mitad del tiempo, es más prudente saltarse esa dosis y esperar a la siguiente programada. Tomar dos dosis muy juntas puede llevar a una sobredosis y aumentar drásticamente el riesgo de efectos secundarios.

Nunca, bajo ninguna circunstancia, se debe tomar una dosis doble. La concentración del fármaco en sangre está cuidadosamente calculada, y duplicarla puede tener consecuencias tóxicas, especialmente en personas mayores cuyo metabolismo es más lento. Esta regla general tiene excepciones críticas. Fármacos como los anticoagulantes (Sintrom®), la insulina, los antiepilépticos o los antibióticos tienen pautas muy estrictas. Un olvido en estos tratamientos requiere una consulta inmediata con el médico o farmacéutico. No hay lugar para la improvisación.

La mejor estrategia es la prevención. Utilizar pastilleros semanales, alarmas en el móvil o calendarios puede reducir drásticamente la frecuencia de los olvidos. Y tener siempre a mano el teléfono de la farmacia de confianza para resolver estas dudas al instante es la red de seguridad definitiva.

Medicinas en el coche o el baño: errores de conservación que inutilizan el fármaco

La eficacia de un medicamento no solo depende de tomar la dosis correcta en el momento adecuado, sino también de su correcta conservación. Muchos fármacos son moléculas complejas y frágiles que pueden degradarse y perder su efecto si se exponen a condiciones inadecuadas de luz, humedad y temperatura. Dejar el pastillero en el cuarto de baño o en la guantera del coche son dos de los errores más comunes y peligrosos que pueden inutilizar un tratamiento.

El cuarto de baño, con su vapor y cambios constantes de temperatura, es el peor lugar de la casa para guardar medicamentos. La humedad puede alterar la composición de comprimidos y cápsulas, haciendo que se disuelvan antes de tiempo o pierdan potencia. El coche es una trampa aún más peligrosa, especialmente en España durante el verano. Un vehículo aparcado al sol puede alcanzar temperaturas superiores a 60°C, lo que literalmente «cocina» los medicamentos, desnaturalizando sus principios activos. Esto es especialmente crítico para fármacos sensibles como la insulina, los colirios o ciertas hormonas, que requieren refrigeración.

Un medicamento degradado no solo es ineficaz, sino que puede ser impredecible. La conservación correcta, generalmente en un lugar fresco, seco y protegido de la luz directa (como un armario en el dormitorio o la cocina, lejos de la vitrocerámica), es una parte no negociable del tratamiento. Durante los viajes o las vacaciones, es necesario planificar el transporte de la medicación con el mismo cuidado que se planifica el itinerario. Aquí hay algunas pautas clave:

  • En viajes en coche: Para medicamentos que requieren frío (insulinas, algunos colirios), utilice una nevera portátil pequeña con acumuladores de frío. Nunca los deje en el maletero.
  • En la playa o la piscina: Guarde siempre los medicamentos en una bolsa térmica a la sombra. La exposición directa al sol puede degradarlos en minutos.
  • En viajes en avión: Lleve siempre la medicación en el equipaje de mano, en sus envases originales y acompañada de las recetas o un informe médico, especialmente si viaja al extranjero.
  • Almacenamiento en destino: Si un medicamento necesita nevera, asegúrese de que su alojamiento disponga de una y úsela inmediatamente al llegar.
  • Desecho seguro: Nunca tire los medicamentos caducados o deteriorados a la basura. Llévelos al Punto SIGRE de cualquier farmacia para su correcta eliminación medioambiental.

Revisar periódicamente el botiquín de sus padres, desechar lo caducado y asegurarse de que las condiciones de almacenamiento son las adecuadas es una tarea de supervisión sencilla pero de un impacto enorme en la seguridad del tratamiento.

Hígado graso por comer fruta y pan: el peligro del exceso de fructosa y harinas

La conexión entre la dieta y la medicación va más allá de tomar las pastillas con o sin comida. Lo que comemos a diario puede afectar directamente al órgano clave en el procesamiento de los fármacos: el hígado. Una condición cada vez más común, la enfermedad del hígado graso no alcohólico (EHGNA), puede alterar significativamente cómo el cuerpo de una persona mayor metaboliza su cóctel de medicamentos, aumentando el riesgo de toxicidad.

Contrario a la creencia popular, el hígado graso no es solo un problema de personas con sobrepeso o que consumen alcohol. Un consumo elevado de fructosa (presente en grandes cantidades en zumos, refrescos y, en menor medida, en el exceso de fruta) y de harinas refinadas (pan blanco, pasta, bollería) puede sobrecargar el hígado y provocar la acumulación de grasa. En un paciente mayor polimedicado, esta condición «silenciosa» puede tener un impacto directo en la seguridad de su tratamiento.

El hígado es la principal «planta de procesamiento» del cuerpo para la mayoría de los medicamentos. Un hígado graso funciona a medio gas, con una capacidad reducida para metabolizar y eliminar los fármacos. Esto significa que los medicamentos pueden permanecer más tiempo en el organismo y alcanzar concentraciones más altas de lo esperado, convirtiendo una dosis terapéutica en una dosis tóxica. Este riesgo se magnifica en pacientes polimedicados, donde el hígado ya está trabajando al límite.

Caso práctico: El efecto suma del hígado graso

El hígado graso no alcohólico, una condición muy prevalente en pacientes mayores polimedicados, reduce la capacidad del hígado para procesar los fármacos. Esto aumenta el riesgo de toxicidad, especialmente con medicamentos que, a su vez, pueden ser perjudiciales para el hígado, como los corticoides, algunos fármacos para el colesterol o ciertos quimioterápicos. Se crea un peligroso «efecto suma»: la condición hepática preexistente empeora la toxicidad del fármaco, y el fármaco, a su vez, puede agravar el estado del hígado. Esta interacción es un ejemplo perfecto de cómo un factor no farmacológico (la dieta) puede desestabilizar por completo un tratamiento.

Por lo tanto, cuidar la dieta de sus padres, limitando el consumo de azúcares y harinas refinadas, no es solo una cuestión de salud general, sino una medida de seguridad farmacológica directa. Un hígado sano es la mejor garantía para que la medicación se procese de forma segura y eficaz.

Hipérico y pastillas: el peligro de anular su medicación con infusiones «naturales»

Existe una creencia muy arraigada y peligrosa: «si es natural, no puede hacer daño». Esta idea lleva a muchas personas mayores a consumir infusiones, suplementos y productos de herbolario sin informar a su médico, asumiendo que son inofensivos. La realidad es que muchos de estos productos contienen principios activos muy potentes que pueden interactuar de forma grave con la medicación prescrita, ya sea anulando su efecto o potenciándolo hasta niveles tóxicos.

El caso más estudiado y paradigmático es el de la Hierba de San Juan o Hipérico (Hypericum perforatum), utilizada popularmente para la ansiedad o el desánimo. El hipérico es un potente inductor de enzimas hepáticas, lo que significa que acelera el metabolismo de muchos fármacos. Al tomarlo, el cuerpo elimina ciertos medicamentos mucho más rápido de lo normal, reduciendo su concentración en sangre y, por tanto, su eficacia. Por ejemplo, el hipérico puede reducir hasta un 50% la efectividad del Sintrom®, un anticoagulante vital para muchos pacientes, dejándolos desprotegidos frente a trombosis o ictus.

Pero el hipérico no es el único. Otros productos «naturales» muy populares en España también presentan riesgos significativos para pacientes polimedicados. Es fundamental incluir cualquier producto de este tipo en la lista de medicamentos que se revisa con el médico y el farmacéutico. La transparencia total es la única vía segura.

  • Valeriana: Muy usada para dormir, puede potenciar el efecto sedante de ansiolíticos (como el Orfidal®) y otros depresores del sistema nervioso central, causando somnolencia excesiva y riesgo de caídas.
  • Ginkgo Biloba: Utilizado para la memoria, tiene un efecto antiagregante. Combinado con anticoagulantes (Sintrom®) o antiagregantes (Adiro®) aumenta significativamente el riesgo de hemorragias.
  • Cola de Caballo: Popular como diurético, puede alterar los niveles de electrolitos en sangre, lo que es peligroso si se combina con otros diuréticos o fármacos para el corazón como la digoxina.
  • Verduras de hoja verde: Un consumo muy elevado y variable de acelgas, espinacas o brócoli (ricos en vitamina K) puede interferir con el efecto del Sintrom®, desestabilizando el INR (el indicador de coagulación).

Su labor de vigilancia debe extenderse a la despensa y al armario de las infusiones. Preguntar activamente sobre estos productos es tan importante como revisar las cajas de medicamentos.

Puntos clave a recordar

  • La deprescripción es el primer paso: antes de gestionar las pastillas, cuestione con el médico si todas son necesarias.
  • El horario de la toma no es una sugerencia, sino una instrucción crítica que define la eficacia y seguridad del tratamiento.
  • Un nuevo síntoma puede ser un efecto secundario. Esté alerta a la «cascada de prescripción» para evitar añadir más fármacos innecesariamente.
  • Lo «natural» puede ser peligroso. Infusiones como el hipérico o suplementos como el ginkgo biloba tienen interacciones graves con la medicación crónica.

Por qué terminar la caja de antibióticos es vital aunque ya no tenga fiebre?

En el complejo mundo de la polimedicación, una infección puede ser el detonante que desestabilice todo el sistema. Por eso, el uso correcto de los antibióticos adquiere una importancia crítica. La tentación de abandonar el tratamiento en cuanto desaparece la fiebre o los síntomas es muy fuerte, pero es una de las decisiones más peligrosas tanto para el individuo como para la salud pública. Cumplir el ciclo completo prescrito por el médico no es una opción, es una obligación.

Un antibiótico no solo mata a las bacterias más débiles en los primeros días, sino que necesita el tratamiento completo para erradicar a las más resistentes. Si se interrumpe el ciclo prematuramente, estas bacterias supervivientes, las más fuertes, pueden multiplicarse y generar una nueva infección mucho más difícil de tratar. Esto da lugar a las temidas resistencias bacterianas. Como advierte el Plan Nacional frente a la Resistencia a los Antibióticos del Ministerio de Sanidad, este es un problema de primer orden.

La resistencia a los antibióticos es una de las mayores amenazas para la salud mundial. Cada año mueren 33.000 personas en Europa por infecciones resistentes.

– Plan Nacional frente a la Resistencia a los Antibióticos (PRAN), Ministerio de Sanidad de España

Para una persona mayor polimedicada, cuyo organismo ya está bajo estrés, contraer una infección por una bacteria resistente puede ser catastrófico. El tratamiento requerirá antibióticos más potentes, con más efectos secundarios y mayor riesgo de interacciones con su medicación habitual, pudiendo llevar a un fallo multiorgánico.

Caso práctico: La infección urinaria que se complica

Una infección por una bacteria resistente en un paciente mayor polimedicado puede descompensar todas sus patologías crónicas (diabetes, hipertensión, insuficiencia cardíaca). Lo que podría haber sido una simple infección urinaria tratada en casa se convierte en una sepsis que requiere hospitalización y puede derivar en un fallo multiorgánico. Este riesgo es especialmente alto si el paciente ya tiene su función renal o hepática comprometida por la propia polimedicación, creando una tormenta perfecta donde el sistema inmunitario y los órganos clave están sobrepasados.

La disciplina en el tratamiento de infecciones es una pieza clave del sistema de seguridad. Recordar por qué es crucial completar siempre el tratamiento antibiótico protege no solo al individuo, sino a toda la comunidad.

Por tanto, su supervisión debe ser especialmente estricta durante un tratamiento antibiótico. Asegurarse de que cada dosis se toma y que la caja se termina, sin importar lo bien que se encuentre su familiar, es una de las mayores contribuciones que puede hacer a su seguridad a largo plazo.

Escrito por Elena García Romero, Médico de Familia y especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública con 25 años de experiencia en el Sistema Nacional de Salud. Experta en geriatría, chequeos médicos integrales y navegación entre la sanidad pública y privada en España.