Publicado el mayo 18, 2024

La conclusión principal es que obsesionarse con la cifra de colesterol ‘malo’ (LDL) o total es un enfoque anticuado; el verdadero indicador de riesgo cardiovascular actual se encuentra en los triglicéridos y su relación con el HDL.

  • El consumo de azúcar y harinas refinadas eleva los triglicéridos mucho más que el consumo de grasas saludables, convirtiéndose en el verdadero motor del riesgo.
  • Analizar el «paisaje lipídico» completo, incluyendo la relación triglicéridos/HDL y el estado de las arterias, es más revelador que mirar cifras aisladas.

Recomendación: En su próxima analítica, no se centre solo en el LDL; pida a su médico una interpretación del ratio Triglicéridos/HDL, pues es una señal de alarma metabólica mucho más precisa y temprana.

Recibir los resultados de una analítica de sangre puede generar más ansiedad que alivio, especialmente en lo que respecta al colesterol. Durante décadas, nos han enseñado una historia sencilla: el colesterol HDL es el «bueno» y el LDL es el «malo». Esta dicotomía ha llevado a millones de personas a temer alimentos como los huevos o las grasas, y a centrarse en un único número en su informe médico con la esperanza de tenerlo «bajo control». Este enfoque, aunque bienintencionado, ha demostrado ser demasiado simplista y, en muchos casos, equivocado.

Pero, ¿y si le dijera que esta visión es anticuada? ¿Que el verdadero villano de la película cardiovascular a menudo no es el colesterol que come, sino el azúcar que consume sin darse cuenta? La evidencia científica más reciente nos obliga a cambiar el foco. El verdadero riesgo no reside tanto en una cifra aislada de LDL, sino en un contexto metabólico mucho más amplio que incluye la inflamación, la salud de nuestras arterias y, de forma crucial, los niveles de triglicéridos. Entender este nuevo paradigma es fundamental para dejar de lado miedos infundados y tomar el control real de nuestra salud cardiovascular.

En este artículo, desglosaremos con la evidencia más actual qué significan realmente sus cifras de colesterol. Analizaremos mitos persistentes, el rol del azúcar frente a la grasa, la verdadera utilidad de las estatinas y, lo más importante, le daremos las herramientas para interpretar su analítica como un experto y saber cuándo debe preocuparse de verdad.

Comer huevos a diario: ¿sube el colesterol o es un mito de los años 80?

El huevo ha sido durante décadas el gran villano de las dietas para controlar el colesterol. La lógica parecía simple: si un huevo contiene colesterol, comerlo debe aumentar el nuestro. Sin embargo, la ciencia cardiovascular moderna ha desmontado este mito de forma contundente. Hoy sabemos que el colesterol que ingerimos a través de los alimentos (colesterol dietético) tiene un impacto mínimo en los niveles de colesterol en sangre (colesterol sérico) para la gran mayoría de la población. Nuestro hígado es el principal productor de colesterol, y regula su producción en función de lo que comemos.

Un huevo grande contiene aproximadamente 200 mg de colesterol, pero lo que es más importante es su perfil graso global. Aportan proteínas de altísima calidad y grasas mayoritariamente insaturadas, con solo un 2,8% de grasa saturada. Por ello, la propia Fundación Española del Corazón ha aclarado que no es necesario restringir su consumo en personas sanas. El foco del problema no está en alimentos completos y nutritivos como el huevo, sino en patrones dietéticos generales ricos en ultraprocesados y azúcares.

La clave está en la moderación y el método de cocción. No es lo mismo un huevo cocido o a la plancha que uno frito en aceite de mala calidad y acompañado de beicon. Las recomendaciones actuales, basadas en la evidencia, son claras:

  • Población general sana: Se pueden consumir hasta 7 huevos enteros a la semana sin problema.
  • Personas con colesterol alto o diabetes: Se aconseja moderar el consumo a 3-4 huevos enteros por semana, aunque pueden consumir claras sin restricción.
  • Método de preparación: Siempre es preferible optar por cocciones saludables como cocido, escalfado, a la plancha o en tortilla francesa con poco aceite.

Por tanto, puede disfrutar de los huevos como parte de una dieta equilibrada sin temor a que disparen su colesterol. La verdadera batalla, como veremos, se libra en otro frente.

Aceite de girasol o de oliva: ¿cuál protege realmente sus arterias al cocinar?

La elección del aceite para cocinar es una de las decisiones diarias más importantes para nuestra salud cardiovascular. En España, el debate se centra a menudo entre el aceite de oliva, pilar de nuestra dieta, y el de girasol, una alternativa común y más económica. Aunque ambos son grasas vegetales, su impacto en las arterias es radicalmente diferente, especialmente cuando se calientan.

Diferentes tipos de aceites para cocinar dispuestos sobre encimera de cocina española

El aceite de oliva, sobre todo el virgen extra (AOVE), es rico en ácido oleico (una grasa monoinsaturada) y, crucialmente, en polifenoles. Estos compuestos antioxidantes y antiinflamatorios son los verdaderos guardianes de nuestras arterias. El monumental estudio español PREDIMED demostró que una dieta mediterránea suplementada con AOVE conseguía una reducción media del 30% de episodios cardiovasculares mayores. Por otro lado, los aceites de semillas como el girasol convencional son ricos en omega-6, cuyo exceso puede promover la inflamación si no se equilibra con suficiente omega-3.

Además, la estabilidad al calor es fundamental. El aceite de oliva es mucho más resistente a la oxidación que el de girasol, lo que significa que genera menos compuestos tóxicos al cocinar. Aquí es donde saber elegir el tipo de aceite de oliva según el uso se vuelve clave para la salud y el bolsillo:

Guía de uso de aceites según tipo de cocción
Uso Aceite recomendado Punto de humo Beneficio principal
En crudo (ensaladas) AOVE No aplica Máximos polifenoles
Plancha/Salteado Aceite de oliva virgen 190°C Buena relación calidad-precio
Fritura profunda Aceite de orujo de oliva 230°C Estabilidad térmica alta
Horneado Aceite oliva virgen o girasol alto oleico 210°C Resistencia oxidación

En resumen, para proteger sus arterias, la elección es clara: el aceite de oliva en sus distintas variedades debe ser la grasa principal en su cocina, relegando los aceites de semillas a un consumo muy ocasional.

¿Por qué dejar las grasas no baja su colesterol si sigue comiendo azúcar?

Este es uno de los mayores cambios de paradigma en la cardiología moderna y la raíz de mucha confusión. Durante años, la recomendación para bajar el colesterol fue simple: reducir las grasas, especialmente las saturadas. Sin embargo, muchos pacientes seguían esta recomendación al pie de la letra sin ver mejoras en sus analíticas. La respuesta a esta paradoja está en el metabolismo del azúcar y su impacto directo en los triglicéridos.

Cuando consumimos un exceso de azúcares simples y carbohidratos refinados (pan blanco, pasta, bollería, refrescos), nuestro cuerpo los convierte rápidamente en glucosa. Si esta energía no se utiliza de inmediato, el hígado la transforma en un tipo de grasa llamada triglicéridos, que son empaquetados y liberados a la sangre. Por lo tanto, unos triglicéridos elevados en una analítica no suelen ser un problema de grasa, sino un problema de azúcar. Como explican los expertos en nutrición cardiovascular, este es un signo claro de que el cuerpo está desbordado por el azúcar y a menudo es el primer paso hacia la resistencia a la insulina y la diabetes tipo 2.

El ratio entre triglicéridos y colesterol HDL (TG/HDL) se considera hoy un marcador de riesgo cardiovascular mucho más potente que el LDL por sí solo. Un ratio elevado indica que probablemente tenemos partículas de LDL pequeñas y densas (las verdaderamente peligrosas) y un estado pro-inflamatorio. La buena noticia es que los triglicéridos responden muy rápido a los cambios en la dieta.

Plan de acción de 7 días para reducir los triglicéridos «a la española»

  1. Cambiar el pincho de tortilla del desayuno por uno de jamón ibérico de cebo con una fina capa de tomate y AOVE.
  2. Sustituir la caña o el vino diario por agua con gas, rodaja de limón y una aceituna.
  3. Reemplazar el pan blanco de las comidas por una pequeña porción de pan integral de masa madre o, mejor aún, por más vegetales.
  4. Aumentar el consumo de pescado azul (sardinas, boquerones) y un puñado de frutos secos (nueces, almendras) a diario.
  5. Eliminar por completo los zumos envasados y la bollería industrial, sustituyéndolos por una pieza de fruta entera.
  6. Cambiar las galletas María o similares por un puñado de almendras o un trozo de chocolate negro (>85%).
  7. Incorporar un paseo de 30 minutos a buen ritmo después de la comida principal para ayudar a gestionar la glucosa.

Por lo tanto, si sus análisis muestran triglicéridos altos, la primera medida no es eliminar las grasas saludables, sino realizar una auditoría exhaustiva y reducir drásticamente el consumo de azúcares y harinas refinadas.

Estatinas para el colesterol: ¿son necesarias de por vida o se pueden dejar con dieta?

Las estatinas son uno de los fármacos más recetados del mundo y una herramienta potentísima para reducir el colesterol LDL. Sin embargo, su prescripción genera muchas dudas: ¿son para siempre? ¿Podría lograr lo mismo solo con dieta? ¿Son seguras? La respuesta, como siempre en medicina, depende del contexto individual de cada paciente y de si hablamos de prevención primaria o secundaria.

Consulta médica mostrando revisión de resultados analíticos

La decisión de iniciar un tratamiento con estatinas en España no se basa únicamente en una cifra de colesterol. Se utiliza un enfoque de riesgo cardiovascular global, calculado con escalas como SCORE2 o REGICOR, que tienen en cuenta la edad, el sexo, la tensión arterial, el tabaquismo y los niveles de colesterol. Según las guías clínicas, en personas con un riesgo coronario superior al 15%, el tratamiento con estatinas está claramente indicado. Esto se conoce como prevención primaria: actuar antes de que ocurra un primer evento cardiovascular (infarto, ictus).

La situación es diferente en prevención secundaria, es decir, en un paciente que ya ha sufrido un evento cardiovascular. En este caso, las estatinas son prácticamente obligatorias y, en la mayoría de los casos, de por vida. Su beneficio va más allá de bajar el colesterol; tienen un efecto antiinflamatorio y estabilizador de la placa de ateroma que es crucial para evitar recurrencias. En este escenario, la dieta y el ejercicio son complementos indispensables, pero no sustitutos del fármaco.

¿Se pueden retirar? En prevención primaria, si un paciente logra un cambio radical y sostenido en su estilo de vida (pérdida de peso significativa, dieta impecable, ejercicio regular) que normaliza no solo su colesterol sino todo su perfil metabólico, el médico podría considerar reducir la dosis o incluso suspender el tratamiento bajo estricta vigilancia. Sin embargo, esto es la excepción. Lo más importante es entender que las estatinas son un pilar de protección y su abandono sin supervisión médica es extremadamente peligroso. Como indican las guías de práctica clínica españolas, su eficacia en la prevención de eventos y muerte cardiovascular es muy sólida.

El objetivo no es evitar la medicación a toda costa, sino utilizarla de forma inteligente cuando el riesgo global del paciente lo justifica, siempre como complemento a un estilo de vida saludable, no como una excusa para ignorarlo.

Triglicéridos altos: la señal de alarma que es más peligrosa que el colesterol total

Si hay un valor en su analítica que debería hacerle prestar máxima atención, son los triglicéridos. Durante mucho tiempo relegados a un segundo plano frente al protagonismo del colesterol LDL, hoy sabemos que los triglicéridos elevados (hipertrigliceridemia) son un indicador independiente y muy potente de riesgo cardiovascular y metabólico. Más que una simple cifra de grasa en sangre, son el reflejo directo de lo que está ocurriendo en su metabolismo.

Como vimos anteriormente, los triglicéridos se disparan principalmente por un exceso de azúcares y carbohidratos refinados, no de grasa. Un nivel elevado es una bandera roja que alerta sobre un posible síndrome metabólico, resistencia a la insulina o diabetes tipo 2 incipiente. Indican que el hígado está trabajando a marchas forzadas para convertir el exceso de azúcar en grasa, un proceso que genera inflamación y favorece la creación de las partículas de colesterol más peligrosas: las LDL pequeñas y densas, que se oxidan fácilmente y se incrustan en las paredes arteriales.

Mientras que un colesterol total de 230 mg/dL puede no ser preocupante en una persona con un HDL muy alto y triglicéridos bajos, unos triglicéridos de 300 mg/dL son siempre una señal de alarma que requiere acción inmediata. El riesgo no es solo cardiovascular; niveles extremadamente altos son peligrosos a corto plazo. Las guías clínicas alertan que niveles de triglicéridos superiores a 1000 mg/dl pueden llegar a inducir una pancreatitis aguda, una urgencia médica grave.

El tratamiento se centra, en primer lugar, en cambios drásticos en el estilo de vida: eliminación de azúcares, alcohol y harinas refinadas, aumento de la ingesta de fibra y omega-3 (pescado azul), y ejercicio físico regular. En casos de hipertrigliceridemia severa, cuando los niveles son muy elevados y no responden a la dieta, el médico puede prescribir fármacos específicos como los fibratos para reducir el riesgo de pancreatitis.

En su próxima analítica, no pase por alto esta cifra. Unos triglicéridos bajo control (idealmente por debajo de 150 mg/dL, y óptimamente por debajo de 100 mg/dL) son uno de los mejores seguros de vida para su corazón y su metabolismo.

Arterias rígidas a los 50: el enemigo silencioso que se puede frenar con dieta

El colesterol, en sí mismo, no es el problema. El problema surge cuando las «carreteras» por las que circula, nuestras arterias, están dañadas, inflamadas o rígidas. La rigidez arterial es un proceso natural del envejecimiento, pero que se acelera drásticamente por factores como la hipertensión, el tabaquismo, la diabetes y un estilo de vida pro-inflamatorio. Una arteria rígida es una arteria enferma, menos capaz de adaptarse a los cambios de presión y más propensa a la formación de placas de ateroma.

Este endurecimiento se debe, en parte, a la calcificación de la capa media de las arterias. Es como si las tuberías flexibles de nuestro cuerpo se fueran convirtiendo en tuberías de plomo. Este proceso es un enemigo silencioso, ya que no produce síntomas hasta que está muy avanzado. Afortunadamente, aunque no podemos detener el tiempo, sí podemos frenar este proceso a través de la nutrición, centrándonos en nutrientes específicos que promueven la flexibilidad arterial.

Una dieta de estilo mediterráneo, adaptada con alimentos específicos disponibles en España, es la estrategia más eficaz. Se trata de asegurar un aporte adecuado de ciertos minerales, vitaminas y compuestos bioactivos que actúan en sinergia para proteger el endotelio (la pared interna de las arterias) y modular la calcificación.

  • Magnesio: Esencial para la relajación de los vasos sanguíneos. Lo encontramos en abundancia en las almendras Marcona, los garbanzos y las lentejas.
  • Vitamina K2: Juega un papel crucial dirigiendo el calcio hacia los huesos y evitando que se deposite en las arterias. El queso Manchego curado y las yemas de huevo de gallinas de corral son excelentes fuentes.
  • Nitratos naturales: El cuerpo los convierte en óxido nítrico, un potente vasodilatador. Las espinacas, acelgas y la remolacha son ricas en ellos.
  • Omega-3: Con un potente efecto antiinflamatorio. Las anchoas del Cantábrico, las sardinas y los boquerones son tesoros nutricionales en este sentido.
  • Polifenoles: Los campeones de la protección arterial, presentes en el aceite de oliva virgen extra.

Cuidar de sus arterias es una inversión a largo plazo. No espere a tener síntomas; empiece hoy a «nutrir» sus vasos sanguíneos para que sigan siendo flexibles y saludables durante décadas.

A recordar

  • El verdadero riesgo cardiovascular moderno no está en el colesterol total, sino en los triglicéridos altos, que son un reflejo directo del consumo de azúcar y harinas.
  • El ratio Triglicéridos/HDL es un predictor de riesgo mucho más fiable que el nivel de colesterol LDL aislado.
  • Una dieta de estilo mediterráneo, rica en aceite de oliva virgen extra, pescado azul, legumbres y vegetales, es la herramienta más poderosa para controlar tanto los lípidos como la salud arterial.

AOVE para todo: ¿cuándo merece la pena pagar el extra virgen y cuándo usar virgen normal?

Hemos establecido que el aceite de oliva es la grasa culinaria por excelencia para la salud cardiovascular. Sin embargo, al llegar al supermercado, la variedad de etiquetas puede ser abrumadora: virgen extra, virgen, orujo… ¿Son todos iguales? ¿Vale la pena la inversión en el más caro? La respuesta es que cada uno tiene su momento y lugar en una cocina saludable e inteligente.

La diferencia fundamental entre un Aceite de Oliva Virgen Extra (AOVE) y un Aceite de Oliva Virgen radica en su nivel de acidez y, sobre todo, en sus cualidades organolépticas y contenido en polifenoles. El AOVE es puro zumo de aceituna, de calidad irreprochable y con el máximo contenido en esos compuestos antioxidantes que protegen nuestras células. Por eso, su lugar predilecto es en crudo: para aliñar ensaladas, en tostadas o para finalizar un plato. Usarlo para freír no es «malo», pero es un desperdicio de sus delicados matices y de parte de sus beneficios, que se degradan con el calor.

El aceite de oliva virgen sigue siendo un aceite de gran calidad, pero puede tener pequeños defectos sensoriales o una acidez ligeramente superior. Es perfecto para el día a día en la cocina: salteados, plancha o guisos. Mantiene una excelente estabilidad al calor y un buen perfil nutricional a un precio más asequible. Incluso un consumo modesto de 23 gramos diarios (unas dos cucharadas) puede reducir el riesgo coronario. La Sociedad Española de Arteriosclerosis lo tiene claro, como afirma en sus estándares de 2022:

El aceite de oliva virgen es la grasa culinaria más eficaz en la prevención de las enfermedades cardiovasculares.

– Sociedad Española de Arteriosclerosis, Estándares SEA 2022

Para las frituras profundas, donde la estabilidad a altas temperaturas es lo más importante, el aceite de orujo de oliva es una opción excelente y económica, con un punto de humo muy elevado (230°C).

En definitiva, equipe su cocina con AOVE para dar el toque final y disfrutar en crudo, y con un buen aceite de oliva virgen para el día a día culinario. Su corazón y su bolsillo se lo agradecerán.

¿Qué 5 valores de su análisis de sangre no debe ignorar bajo ningún concepto?

Una analítica de sangre es una fotografía de su salud interna. Aprender a leer los valores clave le empodera para tener conversaciones más productivas con su médico y tomar un rol activo en su prevención. Más allá de cifras aisladas, es el conjunto, el «paisaje lipídico» y metabólico, lo que realmente cuenta. A continuación, desglosamos los 5 marcadores que debe entender y vigilar siempre.

Estos cinco valores, vistos en conjunto, ofrecen una visión panorámica de su salud metabólica. No se trata de obsesionarse con un número, sino de entender la tendencia y la relación entre ellos. Para facilitar esta interpretación, podemos usar un sistema de «semáforo de acción»:

  • Colesterol total: Idealmente menos de 200 mg/dL. Entre 200 y 239 mg/dL se considera un límite alto, pero debe interpretarse en contexto con los otros valores.
  • HDL (colesterol ‘bueno’): Cuanto más alto, mejor. El objetivo es que esté por encima de 40 mg/dL en hombres y de 50 mg/dL en mujeres. Un HDL bajo es una señal de alarma importante.
  • LDL (colesterol ‘malo’): El objetivo general es mantenerlo por debajo de 100 mg/dL. En personas de bajo riesgo, hasta 130 mg/dL puede ser aceptable, pero en pacientes de alto riesgo cardiovascular, el objetivo puede ser mucho más estricto (incluso por debajo de 70 o 55 mg/dL).
  • Triglicéridos: Este es un valor crucial. El nivel normal es inferior a 150 mg/dL. Por encima de 200 mg/dL se considera alto y es una llamada a la acción para revisar el consumo de azúcares y alcohol.
  • Glucosa basal (en ayunas): Un indicador clave de su metabolismo del azúcar. El rango normal es de 70 a 100 mg/dL. Cifras persistentemente por encima de 100 mg/dL pueden indicar prediabetes, y por encima de 126 mg/dL, diabetes.

El «semáforo de acción» le ayuda a interpretar sus resultados de forma práctica: Verde (todos los valores en rango óptimo): continúe con su estilo de vida saludable. Ámbar (uno o más valores en el límite alto, como triglicéridos a 170 o LDL a 125): es el momento de pedir cita con su médico de cabecera para discutir cambios proactivos en la dieta y el ejercicio. Rojo (valores claramente fuera de rango, como triglicéridos > 200 o glucosa > 126): la acción médica es necesaria para evaluar la situación y decidir el mejor plan de tratamiento.

Por tanto, el próximo paso no es alarmarse, sino dialogar con su médico de cabecera armado con este nuevo conocimiento. Pida una interpretación de su «paisaje lipídico» completo para diseñar un plan preventivo personalizado y verdaderamente eficaz.

Preguntas frecuentes sobre Colesterol bueno vs malo: ¿qué significan realmente sus cifras y cuándo preocuparse?

¿Cuándo se considera hipertrigliceridemia grave?

Se considera hipertrigliceridemia (HTG) grave cuando los niveles de triglicéridos en sangre son iguales o superiores a 900 mg/dL. En estos casos, es fundamental estudiar las posibles causas secundarias y valorar el inicio de un tratamiento farmacológico para reducir el riesgo inminente de pancreatitis aguda, según las guías clínicas de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (semFYC).

¿Qué medicación se usa para triglicéridos muy altos?

Para los casos de hipertrigliceridemia severa, los fármacos de elección son los fibratos (como el fenofibrato). Están considerados actualmente como el tratamiento farmacológico más adecuado y eficaz para reducir rápidamente los niveles de triglicéridos y, con ello, el riesgo de pancreatitis.

¿Se pueden combinar estatinas con otros fármacos para triglicéridos?

Sí, es una estrategia común en pacientes con un perfil de riesgo complejo. En pacientes con alto riesgo cardiovascular que, a pesar de estar en tratamiento con estatinas, mantienen niveles de triglicéridos por encima de 135 mg/dL, se puede valorar añadir ácidos grasos omega-3 (en dosis farmacológicas). Si los triglicéridos persisten por encima de 200 mg/dL, se puede considerar la combinación de estatinas con un fibrato como el fenofibrato o el bezafibrato, siempre bajo estricta supervisión médica.

Escrito por Javier Martínez Soria, Cardiólogo clínico y experto en riesgo vascular con 18 años de trayectoria en unidades de cuidados intensivos y consultas externas. Especializado en hipertensión, control del colesterol y prevención de infartos mediante cambios en el estilo de vida.